La pornografía es una de las industrias más rentables, con casi 100.000 millones de dólares anuales, según el sitio web financiero estadounidense Business Pundit.
En una escena porno clásica, hay todo un equipo detrás de personas en los roles de productores, maquilladores, camarógrafos y directores; con el objetivo de grabar una o varias escenas sexuales para que cientos de usuarios puedan reproducirla desde sus casas una y otra vez.
¿Y qué pasa cuando las cámaras se apagan? ¿Qué hay detrás de la pantalla que los consumidores no pueden ver? Es muy posible que haya una “actriz” con una sonrisa cosida en la boca, sus sentidos completamente entumecidos y palabras amenazantes o violentas que se repiten una y otra vez en su cerebro como una canción repetida en la radio.
Nadie puede ver esa situación: los usuarios, cuando terminan de reproducir un vídeo, cierran su computadora o dejan su teléfono y continúan con sus actividades y su vida rutinaria.
Pero… ¿qué pasa con ellos? ¿Realmente tienen esa opción?
La pornografía crea un clima en el que las mujeres, los adolescentes, los niños y las niñas son explotados sexualmente y tratados con violencia. En muchos casos, se les quitan derechos tan básicos y necesarios como la libertad y la identidad. Y lo más grave de toda esta situación es que se acepta o se ignora por completo.
Mujeres, adolescentes, niños y niñas que son explotados sexualmente son traficados con el único fin de producir pornografía. Nuestra madre, nuestra hermana o nuestra amiga más cercana pueden convertirse en una víctima más de la trata para llevarla contra su voluntad a protagonizar una escena que luego será reproducida por cientos de usuarios en todo el mundo.
$32.000 mil millones de dólares generan trata con fines de explotación sexual y laboral en el mundo. Es un negocio ilegal que produce ganancias millonarias y que se ubica por debajo de la venta de armas y drogas.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha documentado los casos de hasta 225.000 víctimas de trata de personas ocurridas entre 2003 y 2016. Tres cuartas partes de ellas eran mujeres y niñas, y la mayoría tenía fines de explotación sexual.
Y la cifra no disminuye; La trata de personas continúa ocurriendo en todo el mundo. Hay mujeres que se despiertan un día en sus casas rodeadas de sus familiares o seres queridos y, al cabo de unas horas, se encuentran inconscientes siendo arrastradas a un vehículo de desconocidos que la alejan cada vez más de su hogar y acaban convirtiéndose en una fantasma de lo que alguna vez fueron.
La trata de personas y la explotación sexual están en todas partes. Incluso en una situación tan grave como una guerra, lo único que queda es afrontar posibles casos de trata. En este sentido, Joung-ah Ghedini. Williams, jefe de comunicaciones globales de ACNUR, expresó su preocupación por el ataque de Rusia a Ucrania: “Hay que preocuparse por los riesgos potenciales de la trata, pero también por la explotación y el abuso sexual. Este es el tipo de situaciones que personas como los traficantes buscan aprovechar”.
Todos los refugiados que se encuentran en una situación muy vulnerable en Ucrania son mujeres y niños. Y ellos son los más atacados por las personas involucradas en la trata de personas. «Cuando de repente tienes una enorme masa de personas realmente vulnerables que necesitan dinero y asistencia de inmediato, es una especie de caldo de cultivo para situaciones de explotación sexual», dijo Tamara Barnett, directora de operaciones de la Human Trafficking Foundation.
En muchos casos, es posible que los usuarios no sean conscientes de lo que puede estar sucediendo detrás de un vídeo pornográfico. No pueden imaginar que haya una prisionera a la que se le violaron sus derechos básicos como ser humano y se abusó sexualmente de ella para entretener a otras personas y ganar cientos de dólares para la industria del porno.
Aun así, esta industria es gigantesca y una de las más rentables del mundo. Es importante aclarar que la única finalidad que tiene es la de entretenimiento. No está destinado a fines educativos o informativos, aunque pueda parecerlo. Niños de hasta 10 años consumen videos pornográficos para aprender sobre sexo o porque otro niño los animó a hacerlo.
Miles de adolescentes ven un vídeo pornográfico al menos una vez al día para aprender o entretenerse en su tiempo libre.
A su corta edad, todos empiezan a recibir información incorrecta sobre qué es el sexo o el papel de la mujer en él. En la mayoría de los videos pornográficos la mujer es tratada con violencia y sin ningún tipo de respeto, y todo ese trato es aceptado. Lo único que se limita a hacer la mujer es sentir placer o no mostrar ningún tipo de malestar. Y eso es lo que los niños interiorizan como fuente de información, y es el trato que reproducirán hacia sus parejas, amigas o familiares.
El porno no sólo se ha convertido en una fuente de información muy incorrecta que defiende a la mujer como persona y fomenta actitudes machistas. Además, es una industria multimillonaria en todo el mundo que priva a los protagonistas de sus escenas de su libertad y sus derechos.
La mujer o niña que participa en una escena pornográfica es una persona que podría haber sido arrancada de su casa, privada de toda su libertad, amenazada e incluso drogada para adormecerle todos los sentidos, colocarla frente a una cámara y grabarla. durante unos minutos su propio abuso sexual. Y su vida acaba siendo un bucle de esa situación. ¿Esa mujer no pierde algo en todo este proceso además de sus derechos? La respuesta es que sí: pierde el alma y las ganas de vivir.
La pornografía es la mayor y más repugnante manifestación de odio, falta de respeto y violencia hacia cientos de mujeres, adolescentes, niños y niñas.
Como sociedad y como individuos pertenecientes a ella, necesitamos crear conciencia y concienciar a otros sobre lo que realmente hace y fomenta la industria del porno: la trata de personas. Debemos colaborar a nivel global para que, pronto, termine este infierno que ya existe en todo el mundo.
